lunes, 26 de noviembre de 2007

Nadie es nada


Juan Manuel Roca, Las hipótesis de nadie, Alforja/ Conaculta-Fonca/ Instituto de Cultura del Estado de Durango, México, 2006, 117 pp.


“Nadie es la personificación de la nada”, sentenció en una de sus lecciones el maestro Abel Martín, según Juan de Mairena (según Antonio Machado). Esto lo sabe muy bien Juan Manuel Roca (Medellín, Colombia, 1946), quien en 2005 ganó en su país el prestigioso Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura por la publicación de un libro con un título que seguramente habría gustado a ese dúo creado por Machado, Las hipótesis de Nadie.
Este libro asombroso conserva el tono que Roca ha logrado mantener a lo largo de toda su obra poética. A ello se refiere el gran poeta chileno Gonzalo Rojas, en el prólogo a Cantar de lejanía, una antología abundante del trabajo de Roca publicada por el Fondo de Cultura Económica en 2005. Dice Rojas: “Poeta mío entre los míos, lo que más celebro en él es la fiereza, esa amarra entre vida y poesía que llega a lo libérrimo, el tono, el tono, como dijo Vallejo, el epicentro de decir el Mundo”. Para concluir con una sentencia que no puede dejar de tomarse como un elogio: “Me hubiera gustado escribir muchos de sus textos. Tanta es la afinidad entre visión y lenguaje entre los dos”.
Me parece que el germen de Las hipótesis de Nadie se encuentra, primero y de forma muy evidente, en la Odisea homérica donde Ulises se convierte en ese Nadie que todos ven pasar a un lado ignorándolo; y, por otra parte, en el poema “Breve historia de Nadie” del libro Pavana con el diablo, que Roca publicó en 1990:


Dice el señor Nabokov que la literatura no nació cuando un niño de una valle del Neandertal llegó gritando: ¡Un lobo!, ¡un lobo!, y tras de él, cuatro patas al aire, un lobo gris blandía su lengua chasquante.
Dice, mejor, que la literatura nació cuando un niño de un valle del Neandertal llegó gritando: ¡un lobo!, ¡un lobo!, y tras de él nadie venía.
Desde entonces, nadie es un eterno personaje, un fantasma en los valles del poema.


Dieciséis años después, en Las hipótesis de Nadie, Roca ampliará a detalle esta poética del Nadie. Aunque el poeta sólo cree aventurar, modestamente, algunas hipótesis sobre la invisibilización de nuestro próximo más cercano por parte de la propia sociedad, lo cierto es hace reflexionar sobre una de las tantas pequeñas vilezas del hombre como es la inhumana indiferencia —actitud tan posmoderna— ante las catástrofes de la propia humanidad. La poesía de Roca es un gesto de reivindicación del ser humano, tratar de sacarlo de su aletargamiento, de su indiferencia, de su voluntaria ignorancia; léase, si no, ese poema estremecedor llamado: “Una carta rumbo a Gales”. Así que, me parece, Las hipótesis de Nadie pueden leerse como si de una nueva forma de poemas comprometidos se tratara: el ser humano como un fantasma en los valles del poema.
Roca sabe que diario, caminando por la calle, podemos encontrarnos con Nadie, pero ¿quién puede negar que nosotros no seamos ese Nadie con el que otros se encuentran? Nadie es, puesto que todos quieren ser Alguien. El mundo poético de Roca sucede donde reina en el caos, todo es delirante y la individualidad ha desaparecido. Mientras escribo esto me encuentro en alguna página con un despectivo nombre genérico: “Andaba todo andrajoso, como si fuera un hijo de nadie”. Lo paradójico del caso es que, a fuerza de querer ser Alguien, todos acabamos siendo Nadie. Todo esto es lo que hace de Las hipótesis de nadie un libro deslumbrante.
Junto con Jaime Jaramillo Escobar, Elkín Restrepo, Harold Alvarado Tenorio y Darío Jaramillo Agudelo, Juan Manuel Roca es, sin duda, una de las voces más interesantes de la actual poesía colombiana.